Con la mirada puesta en una progresiva vuelta a la normalidad, las organizaciones se enfrentan a nuevas reglas del juego. Cambiaron las prioridades y la “sostenibilidad”, por ejemplo, ha pasado a un primer plano de forma general. Llega el momento de volver a la normalidad, pero revisando modelos de negocio y procesos que se han demostrado ineficientes, y que tienen un fuerte impacto negativo contra el medio ambiente.
Se ha producido un cambio de mentalidad general, advierten psicólogos y sociólogos, y cada vez más personas valoran darle un uso más responsable a los recursos naturales, finitos y cada vez más escasos del planeta. En esta evolución mayoritaria hacia un consumo responsable, las tecnologías resultan vitales y, en especial, su capacidad innovadora, que transforma la realidad.
En esta línea, algunos expertos comienzan a observar una gran oportunidad de hilvanar medio ambiente y tecnologías, en una suerte de especialidad que ya se ha bautizado como “eco-innovación”. Se trata de que cualquier novedad tecnológica permita transformar los procesos de producción, para que sean más eficaces e inteligentes, claro, pero también para que su impacto en el medio ambiente sea más favorable.
Para ello, resulta necesario optar por una de las dos alternativas para avanzar, según el pensamiento clásico de Descartes (“ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino”). En IFS, hemos optado por la segunda posibilidad y hemos definido un Plan Estratégico y Medioambiental que pivota alrededor de tres pilares básicos para nuestro negocio, los clientes, su actividad industrial y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, propuestos por organismos internacionales como Naciones Unidas.
Esta gestión avanzada de los productos permite identificar claramente su umbral de obsolescencia, detectar los materiales que deben eliminarse y la sustitución de aquellos componentes más nocivos para el medio ambiente, reciclarlos o eliminarlos
Además, desde IFS apostamos por potenciar a aquellos clientes cuya actividad principal es también la de preservar el medio ambiente. Un buen ejemplo de ello es Astilleros Gondán quienes, dentro de su actividad de construcción naval, se encuentran inmersos en plena fabricación de ferries eléctricos. También cabe destacar el Grupo Hine especialista en sistemas hidráulicos, componentes y soluciones de refrigeración para su uso en la industria de renovables. Compañeros de viaje hacia la perfecta simbiosis entre el desarrollo tecnológico, la innovación y el compromiso medioambiental.
Si bien el punto de partida es el software claro, que permite gestionar el ciclo de vida completo de todos los productos, conocer sus materiales, procesos de producción y principales características. Con este conocimiento, los productores de bienes pueden afrontar esta transición hacia una industria verde, con un mínimo impacto en el medio ambiente.
Esta gestión avanzada de los productos permite identificar claramente su umbral de obsolescencia, detectar los materiales que deben eliminarse y la sustitución de aquellos componentes más nocivos para el medio ambiente, reciclarlos o eliminarlos de la cadena de producción, todo ello para minimizar su impacto ambiental.
Esta suerte de economía circular no solo garantiza el máximo ahorro y operatividad, sino que persigue aminorar el impacto ambiental para garantizar un futuro sostenible que reduzca al máximo la huella de carbono.
Actualmente, tan sólo el 9% de la economía global es lo que definimos como “circular”. Si bien es cierto que los consumidores cada vez son más conscientes de qué compran, a quién y de dónde proceden las materias primas, cada vez es más evidente que las prioridades ambientales y económicas están entrelazadas y ya no se pueden considerar dos intereses materiales separados.
Esta suerte de economía circular no solo garantiza el máximo ahorro y operatividad, sino que persigue aminorar el impacto ambiental
Para habilitar un sistema de economía circular, se deben tener en cuenta tres elementos: la prevención de la contaminación por desechos, el mantenimiento de los productos y materiales en uso y la regeneración de los sistemas naturales. Es decir, elegir materiales que se puedan reciclar fácilmente, y que permitan diseñar todo el producto, teniendo clara la vida útil del mismo.
Además, con los diseños adecuados, las empresas pueden implementar nuevos sistemas para reinventar los materiales y conservar la energía utilizada para crearlos mediante la producción de formas reutilizables de envasado de productos, dando pie a la generación de sistemas naturales.
En este sentido, la economía circular lejos de situarse como una preocupación a la que solo deben ceñirse las organizaciones, involucra a la sociedad en su conjunto, que también está redefiniendo el consumo y reutilización de muchos productos.
Nuestro actual sistema económico de crecimiento lineal enfatiza un proceso de cuatro pasos: abastecimiento de materias primas, producción, uso y desechos no reciclables. Y si bien este proceso es inevitable, es un sistema insostenible a largo plazo. Por el contrario, el enfoque circular no será una transición fácil o simple, pero ayudará a garantizar una mayor sostenibilidad, eficiencia y calidad de vida a largo plazo para la sociedad.
El cambio hacia una economía circular es un reto, y se necesitará algo más que innovación tecnológica para garantizar su viabilidad en el futuro. También es necesario el compromiso de toda la sociedad y el apoyo de gobiernos e instituciones de primer nivel.
Pero esta revolución verde ya está en marcha y las herramientas necesarias para su impulso y generalización también existen. Solo es necesario confianza y compromiso para seguir un camino mejor, aunque no sea siempre el más rápido.