El ambicioso objetivo de la Unión Europea de alcanzar una cuota del 20% en el mercado mundial de microchips en 2030 parece cada vez más inalcanzable. Así lo revela un nuevo informe del Tribunal de Cuentas Europeo, que apunta que, pese al impulso de la Ley Europea de Chips de 2022, las inversiones realizadas no bastarán para situar a Europa como líder en este sector estratégico. La brecha entre las aspiraciones y la realidad es profunda.
La escasez de microchips durante la pandemia de COVID-19 dejó en evidencia la vulnerabilidad de la economía global. A partir de ahí, la UE apostó por reforzar su independencia tecnológica a través de su estrategia para la Década Digital. Sin embargo, el informe advierte que la capacidad de producción europea tendría que cuadruplicarse en los próximos cinco años para acercarse al objetivo, un ritmo que a día de hoy resulta inalcanzable.
Obstáculos estructurales para los microchips
Uno de los principales problemas es la financiación. La Comisión Europea apenas es responsable del 5% de los 86 000 millones de euros previstos en la Ley Europea de Chips. El grueso de la inversión debe venir de los Estados miembros y del sector privado, una diferencia abismal si se compara con el presupuesto de 405.000 millones de euros manejado por los líderes mundiales del sector entre 2020 y 2023.
Además, el informe critica que la Comisión carece de un mandato claro para coordinar las inversiones nacionales. La falta de claridad en los objetivos y en el sistema de supervisión dificulta evaluar si realmente se está atendiendo a las necesidades industriales actuales. Esto se suma a desafíos estructurales como el alto coste de la energía, la dependencia de materias primas importadas, la escasez de mano de obra cualificada y las tensiones geopolíticas.
La propia composición del sector europeo agrava el problema: pocas empresas de gran tamaño concentran los fondos. Esta estructura supone un riesgo elevado, ya que el fracaso o retraso de un solo proyecto podría tener consecuencias graves para todo el ecosistema.
Un horizonte de crecimiento muy limitado
A pesar del esfuerzo legislativo y financiero, las perspectivas son poco alentadoras. Las propias previsiones de la Comisión Europea estiman que la cuota global de la UE solo pasará del 9,8 % en 2022 al 11,7 % en 2030, muy lejos del ansiado 20%. El crecimiento de la capacidad de fabricación no se traducirá, por tanto, en un aumento proporcional de la cuota de mercado.
El informe también señala que la Ley Europea de Chips se elaboró de manera apresurada en respuesta a la crisis post-pandemia, sin llevar a cabo evaluaciones previas ni estudios de impacto adecuados. Esta falta de planificación estratégica podría estar lastrando ahora sus resultados.
De cara al futuro, el Tribunal de Cuentas recomienda una revisión urgente de la estrategia europea para adaptarla al contexto real del mercado y a la velocidad de innovación global. Europa debe actuar con realismo si quiere asegurar su presencia en una industria que se ha vuelto esencial para la soberanía tecnológica y económica.