Por Alberto Pérez Cuesta, responsable de la Unidad de Negocio BigTec de Exclusive Networks.
Cansado ya de leer y escuchar hablar sobre el futuro del Datacenter, incluso más que del Centro de Datos del futuro, me adelanto a confirmarles que, por fin, nos encontramos inmersos en ese ansiado futuro tecnológico que tantos años llevamos promulgando. Aquellas preocupaciones apocalípticas, que presagiaban la muerte de muchas empresas por su inadaptación a modelos sustentados en la tecnología e Internet, se han cumplido, y, en muchos casos, de forma más agresiva a la pronosticada.
Liderando dicha transformación, grandes titanes empresariales como Amazon, Uber, Spotify o Netflix, por citar algunos, han protagonizado un auténtico boom durante la última década. De su mano, y como embriones dentro de arquitecturas y desarrollos propios, han ido surgiendo las más brillantes y novedosas tecnologías, permitiendo a estas empresas definir nuevos estándares tecnológicos.
Sin embargo, y si somos mínimamente analíticos y críticos, veremos que ésta no ha sido en sí misma una revolución tecnológica, sino, más bien, puramente de negocios.
Los modelos de negocio deben cambiar
Al calor de esta evolución, resulta obvio que los tradicionales modelos de negocio deben cambiar, no queda otra opción; nadie va a pararse a esperarnos en esta dura carrera. Diversificar en las vías de comercialización a través de Internet, modificando y mejorando aspectos como el control del inventario o la distribución de los productos, es la medida más comprensible a corto plazo. Sin embargo, esto no debe quedar ahí.
Para ser más eficientes, es necesario aligerar las estructuras empresariales más arcaicas y globalizar hasta donde se pueda, lo que desde un punto de vista tecnológico supone: optimizar servicios y procesos más críticos; digitalizar hasta el ADN del negocio, por tradicional que sea; reducir los gastos operativos para centrar la inversión en lo que genera beneficios; y establecer estrategias a medio y largo plazo, a fin de evitar movimientos erráticos en los años en los que la competencia es más cruenta.
Pero más allá de todo esto, y por empezar por el punto más obvio, hemos de asumir que la infraestructura sobre la que apoyamos todas las herramientas hermanadas con la columna vertebral de nuestra compañía, no aporta -en sí misma- valor de negocio. Por tanto, su simplificación es ya un tema urgente.
Los nuevos paradigmas
Esta es la justificación del cloud, llegado hace ya algunos años, aunque sin el rotundo éxito que esperábamos, pero también de la mayoría de startups incipientes, entre las que se pueden encontrar los últimos lanzamientos con éxito a Bolsa, los afamados Unicornios, o las compras más estratégicas de las grandes empresas.
Parece ya demostrado que no podemos seguir desperdiciando los caros y reducidos recursos humanos de los departamentos de Tecnología en gestiones no alineadas o con impacto directo en nuestro negocio. De ahí el enorme furor con el que se proclaman los nuevos paradigmas como Web Scale o las múltiples lecturas del fenómeno Software-defined.
Y, lógicamente, como en todas las revoluciones, es obvio que existirá una importante tendencia conservadora deseosa de mantener todo intacto. Sin embargo, ¿realmente alguien cree que las tiendas de conveniencia podrán seguir conviviendo con un fenómeno como Amazon? Y qué decir del mundo del taxi; innegablemente habrá de asumir inversiones en tecnología para poder competir con Uber.
El Centro de Datos ha evolucionado. Los más escépticos, por favor, recuerden el caso de Blockbuster: más de 60.000 empleados y 9.000 tiendas a nivel mundial desaparecieron por no poder competir con los nuevos formatos de vídeo a demanda basados en Internet.