Pronto se van a cumplir 17 años de mi primera presencia en un congreso de Uptime Institute. En aquella ocasión se trataba de un “charrette” dedicado en exclusiva a la eficiencia, y desarrollado en Santa Fe (NM) que era la ciudad donde vivía Ken Brill, fundador y director entonces del “Instituto”.
Allí tuve la oportunidad de conocer en persona a una buena parte de quienes, pasados los años, se convirtieron en un innegable referente en el mundo de los centros de datos y, en particular, en la parte de eficiencia asociada al mismo.
En primer lugar, Ken Brill, con quien coincidí en numerosas ocasiones hasta su fallecimiento hace ya algo más de 10 años, y que, aunque para él la disponibilidad era el argumento prioritario, no dejaba de mirar siempre de reojo a la eficiencia (“el data center más eficiente es aquél que no se construye” es una de sus citas a la que suelo referirme con cierta frecuencia y que aboga por aprovechar al máximo los recursos existentes antes de embarcarse en nuevos diseños y construcciones).
También estaba por allí, Robert Sullivan (Dr. Bob), auténtico especialista en la materia e integrante de peso en el equipo que propuso la idea de conformar pasillos fríos y calientes, allá por la última década del pasado siglo. Con Bob coincidí, hombro con hombro, en la presentación del Kyoto Cooling, lo que dimos en llamar entonces “la rueda mágica” y con la que fue muy crítico en un principio para, posteriormente, convertirse en un ferviente defensor.
Por su parte, Andrew Fanara, que representaba allí a la asociación para la protección medioambiental (EPA), había estado relacionado con el estudio de las cifras de consumo en data centers e instalaciones similares en 2006, que fue presentado en 2007 al Congreso USA, suponiendo aquello el banderazo inicial en toda una carrera que nos ha traído hasta la realidad actual. Andrew ha seguido muy ligado a los mundos de la eficiencia y de la sostenibilidad.
Y, por último y aunque había por allá muchos otros profesionales de renombre que espero me puedan perdonar su omisión dentro de este póker seleccionado, me reservo el final para Jonathan Koomey quien, no sólo era entonces una pieza básica en la elaboración del informe antes citado, sino que, con el paso de unos pocos años, se convirtió en una referencia continua e indiscutible, sobre todo, tras el alumbramiento de lo que hoy se conoce como la Ley Koomey, y que establece las expectativas de crecimiento en el trabajo útil de los equipos IT por unidad de energía incidente (algo parecido a la archiconocida Ley Moore pero que, a diferencia de ésta que se encuentra dando lo que se suponen “últimos coletazos”, presenta una vigencia muy notoria).
“La digitalización, considerada de forma aislada es una voraz consumidora de energía, pero desde un punto de vista más global, los ahorros que permite en otros campos pueden perfectamente compensar, y mucho, esos volúmenes requeridos para sí”
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Digitalización y sostenibilidad
Han pasado casi 20 años y, como expresa el conocido tango aquello de “que veinte años es nada”, pues aquí andamos en torno a los mismos objetivos pero con una visión más amplia facilitada por el hecho de haber podido ser testigos directos de una continua evolución que nos ha traído hasta un presente donde, ahora sí, tanto la eficiencia como la sostenibilidad, son sujetos de la mayoría de oraciones que se pronuncian, sean estas de emisión libre y voluntaria o forzadas por las nuevas imposiciones.
Con el propósito de poder hacer un buen balance de situación, de poner cada cosa en su sitio y de contribuir a un entendimiento claro de los límites, a lo largo de sucesivas entregas intentaré ir abordando los distintos conceptos que constituyen el denominado ecosistema.
Y comenzaré con unas cifras asociadas al consumo global del sector que, a partir de los datos recogidos en el informe de 2007 en el que se estimaban en un 1,5% del total, se consideran hoy en una horquilla entre el 2 y el 4% pero hablándose ya de previsiones, para un 2040 que se encuentra cada vez más cerca, en el entorno de un 14% (y algunas de estas predicciones son, incluso, anteriores a la valoración específica de una IA que va a exacerbar un problema, ya de por sí, complicado).
“Yo entiendo la eficiencia como la relación entre el trabajo útil que se extrae de cualquier elemento o sistema y los recursos (normalmente en términos de energía) utilizados para ello mientras que, por su parte, la sostenibilidad es un índice del impacto que ese trabajo tiene sobre el medioambiente”
Eficiencia y sostenibilidad
Las cifras esperadas dan miedo y el foco puesto en la eficiencia y sostenibilidad resulta, a todas luces, urgente y acertado, pero ello no debe hacernos perder de vista que la digitalización que se halla en la base de todas estas evoluciones también representa en sí misma una solución. Considerada de forma aislada es una voraz consumidora de energía, pero desde un punto de vista más global, los ahorros que permite en otros campos pueden perfectamente compensar, y mucho, esos volúmenes requeridos para sí.
Pero dejaré a un lado esta vista de pájaro para entrar de lleno en el campo propio de la eficiencia y sostenibilidad del data center. Dos conceptos que, a veces, se mezclan en una especie de “tótum revolútum”, un batiburrillo de ideas que es necesario ordenar.
Yo entiendo la eficiencia como la relación entre el trabajo útil que se extrae de cualquier elemento o sistema y los recursos (normalmente en términos de energía) utilizados para ello mientras que, por su parte, la sostenibilidad es un índice del impacto que ese trabajo tiene sobre el medioambiente.
Cierto es que lo normal sería pensar que un data center más eficiente resulta siempre de una mayor sostenibilidad, pero ello no es necesariamente así. En función de sus formas de alimentación un DC menos eficiente podría ser más sostenible (aunque esta afirmación pueda resultar algo relativa si consideramos una visión más global).
El consumo de un data center reside mayoritariamente en los equipos IT (servidores, routers, switches, etc.) a lo que hay que añadir el consumo de todos los elementos ajenos a la parte IT que son necesarios para sostenerlo y aquí se presenta una curiosa paradoja que todavía conduce a muchos a desviar el foco desde la parte mollar de los equipos IT hacia la parte electromecánica, fundamentalmente por la parte de los sistemas de climatización.
Con esa descripción comenzaré la próxima entrega en la que describiré las líneas principales de los requerimientos de monitorización y presentación de resultados que van a exigir a los operadores de data centers, independientemente de si el campo este pueda ser más una solución que un problema.