La transformación digital implica la modernización integral de las organizaciones. Para ello hay actuar tanto sobre procesos operativos internos con el fin de reducir costes y mejorar la eficiencia, como sobre otros aspectos relacionados con nuevos canales de venta, nuevas formas de comercialización o incluso de soporte donde se coloca al cliente en el centro para mejorar los ingresos, aumentar la fidelización o ser más competitivos.
Dejar atrás una forma y unas herramientas de trabajo tradicionales, basadas en el papel o en tareas manuales, y sustituirlas por sistemas automatizados con soluciones de vanguardia obliga no solo a que la tecnología esté alineada con el negocio, sino directamente que forme parte de él. Esto hace que los sistemas de información deban ser ágiles y rápidos en su adaptación a los cambios de los procesos internos y operativos. Para lograrlo, contamos con las metodologías Agile, la figura de DevOps y el uso de Kubernetes.
Estas arquitecturas deben ser modulares, escalables automáticamente, fácilmente mantenibles y desplegables, y además, deben soportar la integración de múltiples tecnologías diferentes y específicas y ser independientes de la configuración de la infraestructura
Agile dinamiza el proceso de desarrollo gracias a un aporte de valor continuo a los usuarios y ha ido sustituyendo a los tradicionales métodos de desarrollo. DevOps facilita el entendimiento entre el mundo del desarrollo y el de operaciones o gestión de las infraestructuras. Y los microservicios proporcionan sistemas desacoplados que puedan soportar todas las necesidades de la transformación digital del negocio.
Estas arquitecturas deben ser modulares, escalables automáticamente, fácilmente mantenibles y desplegables, y además, deben soportar la integración de múltiples tecnologías diferentes y específicas y ser independientes de la configuración de la infraestructura. ¿Cómo lo conseguimos? A través de Kubernetes, un software de código abierto que va a facilitar la implementación y administración de aplicaciones en contenedores. Estos son paquetes de software que pueden incluir desde una interfaz de usuario, una base de datos, una API, un módulo de una aplicación o hasta una aplicación entera. Lo que no tiene un contenedor es una imagen del sistema operativo, lo que hace que sean más ligeros. Los contenedores están diseñados para ejecutarse en cualquier entorno, ya sea un centro de datos privado o la nube pública.
¿Qué aporta entonces el uso de contenedores a las áreas de desarrollo y, por ende, a las compañías? Agilidad, escalabilidiad, flexibilidad, eficiencia, rendimiento o disponibilidad. Esto permite reducir los ciclos de implementación y los tiempos de actualización y reparación a minutos; mejorar la disponibilidad de plataformas de contenidos o sitios de e-commerce en momentos de alta demanda; o reducir el uso de hardware y renovación de infraestructuras físicas.
En definitiva, aporta lo que las compañías necesitan hoy para su transformación digital garantizando la seguridad, el rendimiento y la integración de los sistemas.