Por Garcerán Rojas, presidente de PQC
La extraordinaria situación que nos ha tocado vivir desde hace un año, nos ha colocado ante un importante reto. El de mantener, e incluso reforzar, la actividad en un sector ciertamente privilegiado dentro de las áreas que componen el conjunto de actividad económica.
Para ello, tres han sido las líneas de actuación:
Por un lado, la propia actividad de diseño que apenas se ha visto afectada, habida cuenta de la costumbre, ya enraizada en PQC, de trabajar conjuntamente en distintos proyectos desde oficinas a ambos lados del charco. Los confinamientos, incluso los que fueron más agresivos, supusieron simplemente un cambio de ubicación de las personas, resuelto con el traslado inicial de los recursos necesarios a las residencias de los responsables de cada trabajo.
En segundo lugar, los trabajos en procesos de construcción considerados como críticos y, por ello, de continuidad prioritaria. En tales casos, a pesar de las limitaciones existentes en cada uno de los países donde hemos tenido ese tipo de actividad, ésta se ha resuelto mediante la correcta planificación de unos riesgos evidentes pero que hemos podido sobrellevar con excelentes resultados. Y ello, a pesar de que, en algunos casos, haya existido una proporción de personas afectadas directamente por el virus con las consiguientes restricciones de movilidad tanto en ellos como en quienes estuvieron en contacto más directo. Ello nos obligó a tomar estrictas medidas de protección en las obras tales como control de accesos diferenciados, rutas interiores, zonas de desinfección, turnos, controles de aforo en zonas de espacios reducidos, etc.
Y en tercer lugar, aquellos casos donde el cliente final decidió interrumpir el proceso a la espera de tiempos mejores. Ante tal situación no quedó otra que adaptarse al medio y esperar atentamente cualquier orden que pudiera generarse (con la excepción de aquellos contados casos donde el trabajo en remoto sólo contemplaba al personal del cliente final y no al resto de los participantes en el proyecto en cuestión)
En cuanto a la visión de futuro, no es fácil resumirla en unas pocas palabras. Quizá, si convenga comenzar con la constatación de que, siempre que se plantean escenarios más allá de un futuro a muy corto plazo, el margen de error es muy amplio, por lo que no me suele gustar ir de adivino, ni traspasar los límites de mi sentido del ridículo. Por tanto, me ceñiré a realizar una observación que ya es un hecho, reciente, pero ampliamente verificado y que supone tiempos inmediatos de cambio en las reglas del juego.
En ese sentido, debo destacar la fuerte entrada de capital inversor en el sector. La tecnología no sólo está de moda y en acentuada progresión, sino que se ha visto en ella una garantía de futuro a la que el dinero no es ajena. Ello, unido a una tendencia muy clara en determinadas organizaciones a salirse de la posesión y operación de data centers corporativos para acudir a modalidades de pago por uso, hace que esos “traspasos” de los recursos generen liquidez para potenciar el negocio en su campo de auténtica especialización y permitan la entrada de nuevos agentes en la rueda del centro de datos.
Estos nuevos agentes están intentando rodearse de los necesarios especialistas, realmente escasos como reconocen los análisis publicados recientemente a nivel internacional. Y a ello le sumamos, al menos de momento, una gestión encaminada a la obtención de resultados a muy corto plazo, lo cual conduce a la asunción de riesgos ya conocidos por quienes llevan una larga trayectoria en esto de los data centers. Pues bien, aquí están de nuevo esos riesgos, a la vuelta de la esquina y esperando el primer desliz para mostrarse.