La supercomputación o HPC (del inglés High Performance Computing o Computación de Alto Rendimiento) está presente en numerosos campos de nuestra vida y sin ella sería imposible el funcionamiento de gran parte de nuestra actividad diaria. Se trata de un sector en constante cambio debido a las altas exigencias que demanda la investigación científica y la ingeniería. De hecho, ha sido fundamental para ejecutar las cargas de trabajo de simulación y análisis a gran escala requeridas por la investigación básica y, también, para el desarrollo e innovación de productos resultando especialmente útil en situaciones en las que poder obtener resultados de manera rápida es importante.
Por ejemplo, realizar predicciones climatológicas precisas y fiables, fabricar nuevos productos con materiales más resistentes y flexibles, predecir el impacto del ser humano en el medio ambiente o, algo muy de actualidad, luchar contra la Covid-19 y ayudarnos a encontrar más rápidamente una vacuna. En este campo, Summit, el superordenador más potente del mundo, desarrollado por IBM, ha conseguido simular 8.000 compuestos e identificar 77 moléculas que podrían tener potencial para dañar al virus.
Asimismo, desde la multinacional también se ha ayudado a impulsar la creación del Covid-19 High Performance Computing Consortium, una alianza entre multitud de organizaciones, públicas y privadas, que busca conectar a los ordenadores más potentes del mundo y agrupar una capacidad de cálculo sin precedentes para combatir la pandemia.